El yacimiento arqueológico[1] de la ciudad romana de Ercávica se localiza en el municipio de Cañaveruelas (Cuenca) sobre una elevación amesetada y rodeada en gran parte por el embalse de Buendía.

Ercávica irrumpió en la historia en el contexto de la conquista romana gracias al relato de Tito Livio (XL, 50.1). El historiador romano, que la califica como potens et nobilis civitas, narra cómo en el año 179 a. C., durante la campaña emprendida por Tiberio Sempronio Graco contra las comunidades celtibéricas, fue sometida al rendirse tras cinco días de asedio.

Se iniciaría entonces un paulatino proceso de romanización, en el que surge la ciudad romana de Ercávica, manteniendo su nombre celtibérico, pero en el nuevo emplazamiento sobre el promontorio alargado que dominaba el cauce del río Guadiela.

Esta nueva ciudad se planificó con una articulación típicamente romana, provista de un trazado urbano regular y delimitada por una muralla, que recorre el perímetro del promontorio. Además, se dotó del conjunto de edificios públicos propios de una urbe romana, como los que conforman el área foral, y de las habituales edificaciones privadas, las viviendas o domus, que ocupaban la mayor parte del espacio urbano, construidas según el modelo de casa romano-itálica.

Bajo el mandato de Augusto, en los últimos años del siglo I a. C., Ercávica obtiene el estatuto privilegiado de municipio (municipium) y comienza a acuñar moneda propia, pasando a formar parte del grupo selecto de comunidades hispanas que se vieron favorecidas con esta prerrogativa ya en época augustea.

La etapa de plenitud de la ciudad coincide con la época altoimperial, durante los siglos I y II d. C., como ocurre con la mayoría de las ciudades hispanorromanas, mientras que a lo largo del siglo III d. C., en el contexto de la crisis que afecta al conjunto del Imperio romano, se ve inmersa en un creciente declive, que desembocará en el progresivo abandono de la ciudad por parte de sus habitantes durante los siglos IV y V d. C.

Con posterioridad, Ercávica pasará a ser conocida como Arcávica y es mencionada en los Concilios de Toledo como sede episcopal; se identifica esta con el núcleo que surgiría en torno al Monasterio Servitano, fundado por el abad Donato en la segunda mitad del siglo VI d. C. y ubicado en una zona baja a 2 km al sur de la Ercávica romana.


[1]
Las excavaciones arqueológicas, financiadas por la Consejería de Cultura de la Junta de Comunidades de Castilla-La Manchas, se han sucedido desde los años setenta, en las primeras décadas bajo la dirección de Manuel Osuna y desde 1999 adscritas a la Universidad de Castilla-La Mancha, dirigidas por la profesora Rebeca Rubio.